domingo, 17 de mayo de 2009

FOMENTANDO LA LECTURA






Cuando tú lees un libro, platicas con el autor de ese libro, bien puedes estar de acuerdo con sus ideas o no, pero la verdad de las cosas, es que de la lectura, siempre se obtiene algo bueno; siempre hay algo nuevo que aprender; y para eso, no se debe leer sólo por leer, hay que entender lo que se lee.


A menera de cuento, quiero referirme a un libro que todos debemos leer y entender; y, además fomentar su lectura a los niños, para intruirlos en su camino, para que cuando sean viejos, no se aparten de él.
(Proverbios 22.6).


Había una vez en una casa de una familia, un libro que estaba sobre la mesa, desde hacía ya varias semanas. Poco a poco, se estaba empolvando . Nadie le prestaba atención; los chicos hacían sus tareas, miraban televisión ponían sobre él otros libros más pesados.


Nuestro pobre amigo estaba ahogándose debajo de los otros libros y nadie le venía a ayudar.

"¿Porqué nadie me lee?" preguntó un día cansado de estar olvidado.


Al fín vino la madre una mañana y haciendo un poco de orden y limpieza, lo tomó entre sus manos, le sacudió el polvo.


"¡Qué bien! ¡Ahora me va a abrir y me va a leer!", pensó nuestro querido amigo. Pero no fue así. la madre lo puso en su sitio, y allí quedó él; solo, triste y abandonado.


Una tarde, la abuela que estaba buscando algo lo tomó entre sus manos; después de mirarlo un poco dijo: "Ah no esto no es lo que estaba buscando y lo volvió a poner en su sitio.


"En esta casa nadie me quiere a nadie le importa lo que yo tengo para decirles. Me voy a quedar para siempre sin poder hablar con nadie.


Nadie se va a enterar de las cosas importantes que tengo para decir".

Hasta que un día, se acercó la hija menor de la familia, y tomando a nuestro amigo con cariño, se sentó en una silla y lo abrió. Él se llenó de alegría y enseguida se pusieron a conversar.


Él le contaba como Dios había creado el mundo y al hombre, cómo Dios cuida de su creación, de las personas, que las conoce a todas y las ama muchísimo. Pero como los hombres se olvidaron de Dios, le desobedecen y no lo tienen en cuenta, Dios para salvarlos mandó a su hijo Jesús. Él se encargó de amigar a los hombres con Dios, perdonando sus pecados, lavándolos con su preciosa sangre.


La niña escuchaba con mucha atención todas estas cosas. Y así fue como se hicieron muy amigos y desde ese día ella supo que tenía un Padre celestial que la amaba mucho y un amigo muy bueno, Jesús, que estaba con el Espíritu Santo junto a ella todos los días. También se enteró que Dios algún día la iba a llevar al cielo con él.


"¿Me vas a leer otra vez?" le preguntó nuestro querido libro.


"¡Claro!" Porque yo sé que cuando te leo, Dios me habla y yo quiero escuchar y aprender la palabra de Dios.



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